Los restos más antiguos que demuestran la existencia de habitantes en A Illa de Arousa, se remontan a la Prehistoria, pero la historia de A Illa de Arousa se empieza a relatar en la época del emperador romano Octavio Augusto. La presencia romana queda demostrada por los vestigios de un asentamiento en Punta Cabalo, donde se practicó en aquella época el salado de pescado.
La situación geográfica y las características intrínsecas de una isla, hicieron posible que este lugar quedase al margen de los acontecimientos más importantes de la Baja Edad Media. Aquí, la vida transcurría paralela y ajena a hechos que cambiaban el resto del mundo. Una de las historias de A Illa de Arousa, tiene un forzoso hilo conductor, que es la búsqueda de su identidad, la lucha por elevar las diferencias a la categoría de virtudes propias de su ser insular. El primer acontecimiento determinante en este sentido, tiene lugar en el siglo VII, cuando San Fructuoso manda construir en A Illa un monumento dedicado a San Xulián.

El miedo a posibles invasiones hizo que se quisiese reforzar la vigilancia de las costas gallegas y, así, el obispo Cresconio decide construir las torres de Catoira, Lobeira, Lantaño, San Sadorniño, A Lanzada y Arousa. Esta última se alzaba en el actual barrio de A Torre y ofrecía una vista de toda la ría.
A Illa de Arousa tuvo su lugar en otras fechas históricas: en 1248, barcos hechos y tripulados por arousáns, participan en el cerco de Sevilla para luchar contra los sarracenos. A partir de 1311, por orden de Fernando IV, la población arousana se encargaba de proveer de aceite la lámpara de la Catedral de Santiago de Compostela.
La toma de Constantinopla por los turcos en 1453, marca convencionalmente el final de la Edad Media en Europa. Un cambio de estas dimensiones llevado a la historia de A Illa, lo encontramos en 1548, cuando se produce el reparto de su tierra en trece foros; que son los llamados “trece veciños”, y a partir de aquí se produce un cambio trascendental que significó la aparición de la idea de independencia territorial. La población no dejará de crecer y de evolucionar desde una economía agrícola, hasta hacer de la pesca la actividad generalizada. En el siglo XVIII, la pesca era la actividad principal. En la década de los 70, se produce un fenómeno que afecta directamente a esta isla: la llegada de los catalanes a las Rías Baixas, que convirtieron varias villas marineras en núcleos pre-industriales. Las técnicas autóctonas de pesca no eran lo suficientemente productivas para las pretensiones de los inmigrantes catalanes. Así los “fomentadores” declararon la guerra a la sardina con un arte de pesca desconocida hasta entonces en la ría.
Pero la industrialización del lugar llegó realmente en 1843, cuando Juan Goday Güal instala lo que fue la primera fábrica de conserva de pescado en Galicia, nombrada proveedora de la Casa Real en el año 1881. A lo largo de tres generaciones, los Goday mantuvieron en pie una empresa en la que trabajaron cientos de isleños, convirtiéndose en parte de su patrimonio histórico. A Illa de Arousa llegó a contar con once fábricas que explotaron durante años los productos más demandados de su mar.


El siglo XX está marcado por logros importantes en el terreno social, por el esfuerzo que hicieron sus habitantes para conseguir mejoras en las comunicaciones, la dificultad que supuso la llegada de la luz eléctrica, el teléfono y, sobre todo, la consecución del puente que une A Illa de Arousa con Vilanova, así como su inauguración en Septiembre de 1985. Así como la consecución de la autonomía como ayuntamiento el 1 de Enero del año 1997.
Las relaciones con la Iglesia vienen desde que el Obispo Consencio la incluye en la diócesis iriense. El rey Alfonso II, en el año 835, dona esta isla, junto con las Islas de Ons, Sálvora, Framio y Sinales, a los vigilantes de la tumba del Apóstol Santiago. En este siglo se producen las invasiones vikingas. Este pueblo, apreció las características estratégicas de la Ría de Arousa, y es así como en el siglo X, el rey vikingo Gunderedo toma las islas de Arousa y Cortegada como bases de sus desembarcos. Más tarde, en el año 970, los vikingos fueron expulsados pero dejaron para siempre parte de su cultura en el pueblo arousán, como demuestra la presencia de las dornas, embarcaciones tradicionales de la forma de vida insular.

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